Los cuidados centrados en el desarrollo (CCD) y en la familia son aquellos cuidados que tienen por objeto favorecer el desarrollo neurosensorial y emocional del recién nacido, basándose en la reducción del estrés, la práctica de intervenciones que apoyen al recién nacido y el reconocimiento de la familia como referencia permanente en la vida del niño, incluso durante su hospitalización, entendiendo a ambos (recién nacido y familia) como una unidad. Los miembros de la familia se implican en los cuidados, forman parte prioritaria de los mismos y participan en las decisiones respecto a su hijo.
La Organización Mundial de la Salud, (OMS), recomienda no separar al recién nacido de su madre, ya que hacerlo conlleva perjuicios para la salud física, emocional y mental del bebé y la madre. La cercanía con la madre favorece un mejor desarrollo psicomotriz, una mayor estimulación y un aumento de sensación de seguridad al bebé. El contacto piel con piel inmediato del recién nacido y su madre tras el nacimiento regula el ritmo cardíaco, la temperatura, la glucemia y el sistema inmunitario del bebé. Sin embargo en casos de enfermedad o inestabilidad en el recién nacido esto no puede suceder, el bebé es ingresado y es separado de su madre.
Para los padres, el nacimiento de un hijo prematuro o enfermo, supone una situación traumática, y deben pasar por una serie de fases para llegar a asimilar esta situación de duelo (Negación -> Rabia -> Regateo -> Depresión -> Aceptación). Los padres se encuentran rodeados de miedos y dudas, en muchas ocasiones no han podido iniciar las clases de preparación al parto en su centro de salud, y se sienten en parte culpables por todo lo que le ha ocurrido a su hijo. El nacimiento de un hijo prematuro es un acontecimiento vital inesperado, para el que los padres no están física ni psíquicamente preparados y que provoca una crisis en la familia, supone una profunda herida en la autoestima de los padres, sobre todo de la madre, que acarrea sentimientos de fracaso, fallo y culpabilidad. Los padres tienen que empezar el proceso de vinculación y amor a su hijo, al mismo tiempo que se preparan para la posible pérdida del niño, o mientras tienen dudas sobre su supervivencia y su futuro.
La separación provoca que el recién nacido se sienta desamparado y sufra estrés. Pasa de encontrarse en el útero materno, diseñado por la naturaleza para que el cerebro crezca en las mejores circunstancias (tibio, sin efecto de la gravedad, con estímulos sonoros no invasivos), al ambiente extrauterino hostil y se produce una separación brusca madre-hijo dando lugar a una situación estresante, que dificulta la organización del cerebro inmaduro.
La participación de los padres en el cuidado de sus hijos es uno de los ejes básicos de atención en neonatología. Pocos aspectos de la medicina neonatal son tan importantes, y a menudo tan ignorados, como la atención a la familia de un niño críticamente enfermo o un gran inmaduro. Los padres son el pilar fundamental en el desarrollo del niño, especialmente durante los primeros años de vida, y su implicación precoz en el cuidado del recién nacido mejora su pronóstico. Las interacciones con los padres le dan al niño confianza y seguridad y le permiten desarrollar lazos emocionales saludables que son importantes para el proceso del apego. Incrementar la interacción madre-hijo favorece que la madre obtenga mayor seguridad y confianza en sí misma.
Los CCD han demostrado mejoría en la neuroconducta a corto y largo plazo, observando una reducción en los días de estancia hospitalaria en los niños que realizan método canguro y reciben lactancia materna.
Delia Royo
Neonatóloga del hospital Miguel Servet