Los profesionales que acompañamos a la infancia y jóvenes, debemos mirarlos como parte de su sistema familiar, con respeto al mismo.

Los niños/as tejerán su propia Vida, los padres les acompañarán, les dan alas, a veces facilitan, a veces entorpecen, a veces dificultan, casi siempre con amor, y siempre desde donde saben y pueden.

Por ello, los extremos no suelen ayudar, ninguno de los polos mas extremos beneficiará, ni a la familia ni a los niños. Los unos sin los otros no podrán evolucionar saludablemente.

A veces los profesionales, juzgamos con rapidez las actuaciones del otro, especialmente cuando se trata de paternidad y, seguramente más, de maternidad. Es el camino de la culpabilidad y, desde la CULPA la familia no crece y el niño seguirá desprotegido y desatendido.

La invitación pasa por la confianza, confiar en los niños, en su capacidad, en su resiliencia, en su poder de transformación y, en su familia.

 

Si les miramos juntos, los unos con los otros, estamos respetando su procedencia, su origen, respetando a quienes le dan la vida y les cuidan, desde ahí, facilitamos que el niño coja fuerza y salud para ser, para construirse.

 

Favorecemos que los padres reflexionen acerca de la manera de acompañar a sus hijos, no desde el sentimiento de rechazo y culpa, no transmitiendo que nuestra manera es mejor y la única, sino dejando nuestra forma, nuestro modelo y que puedan ir modificando desde el propio deseo, desde el respeto.

Cuando una persona elige consciente y libremente cambiar, seguramente, algo va a cambiar. ¡Y eso es mucho!

                 Laura Pueyo Pardo