Ellos, nuestros hijos, tejerán su propia Vida. Nosotros, los padres, les acompañamos, les daremos alas, a veces facilitamos su camino, a veces entorpecemos, a veces dificultando levemente su marcha, casi siempre con amor, y siempre desde donde sabemos y podemos.
Por ello los extremos no suelen ayudar, ninguno de los polos mas extremos beneficiará, ni a la familia ni a los niños. Los unos sin los otros no podrán evolucionar saludablemente.
A veces las personas, juzgamos con rapidez las actuaciones del otro, especialmente cuando de paternidad y —seguramente más— de maternidad se trata.
Es el camino de la culpabilidad y desde la CULPA, la familia no crece y el niño seguirá desprotegido y desatendido.
Laura Pueyo Pardo