Al poco de nacer nuestra hija, comenzamos a observar que había algo diferente en ella. Ni siquiera sabíamos muy bien el qué. Lo veíamos en la niña y en la mirada de los médicos que nos atendían. Su desarrollo no era como el del resto de bebés.
Fueron unos meses duros. Queríamos ayudar a nuestra hija pero no sabíamos cómo. Los médicos insistían en la importancia de la atención temprana, pero hasta que ésta comenzara, teníamos que estimularla en casa.
Estimularla en casa… pero ¿cómo? ¿en qué momentos y de qué manera? Estimular a un bebé puede parecer algo sencillo, pero cuando el bebé tiene alguna dificultad, la cosa se complica. Nos sentíamos perdidos, buscando algún recurso en el que pudieran valorarla y acoger nuestros miedos e incertidumbres, a la espera de ser atendidos en atención temprana.
Un atisbo de luz…
Cuando conocí al equipo de “la mirada de LLuna” lo primero que me llamó la atención fue la forma que tenían de “mirar” a nuestra hija. Ellas la miraban más allá de su diagnóstico. Conocían sus limitaciones, pero trabajaban pensando en sus posibilidades.
Es entonces cuando empezamos a comprender y a conectar verdaderamente con ella. Nos reforzaron todo aquello que estábamos haciendo bien, dándonos confianza y seguridad. También nos explicaron lo que nos quedaba por hacer y los aspectos que podíamos mejorar. Y sobre todo nos tendieron la mano para acompañarnos en este complicado camino que hemos comenzado a recorrer.
Ellas hacían fácil lo que para nosotros era difícil, interaccionar con la pequeña como un bebé más, diferente, pero un bebé más. Estábamos tan paralizados por su diagnóstico, que a veces se nos olvidaba.
Tenemos la absurda idea de que los hijos vienen al mundo para cumplir nuestras expectativas. Nosotros hemos aprendido que es todo lo contrario; somos nosotros como padres los que tenemos que ayudarles a cumplir las suyas. Al fin y al cabo ha sido nuestra hija la que nos ha elegido para acompañarla en este camino y nosotros vamos a dar lo mejor de nosotros para hacerla feliz.
Aprendices de padres
Comparte: Laura Pueyo. Terapeuta pediátrica