El juego es la actividad más importante de los niños. Los niños juegan, no solo para divertirse o distraerse, también lo hacen para aprender, es su universidad, es el termómetro que mide su salud. El juego no es una pérdida de tiempo, es fundamental para los niños. Un niño que juega está sano física, mental y emocionalmente, mientras que si no juega está enfermo.
El juego como indicativo de la salud infantil
Es más importante que observes la apetencia de tu hijo por el juego, que ponerle el termómetro, vigilar lo que come o hacerle análisis o radiografías. Cuando los niños de cualquier edad están enfermos o deprimidos, dejan de jugar, porque el juego implica una actitud activa y no pasiva, precisa un compromiso físico, emocional e intelectual activo para comprometerse libremente en el juego. El juego es por tanto el mejor indicador de la salud de tu hijo, es tan importante como la comida y el sueño. Si tu hijo juega, duerme y come suficiente, está sin duda sano.
El juego es la mejor universidad, a través de él, los niños pequeños aprenden a relacionarse con el mundo, desarrollan su imaginación, se implican emocionalmente, imitan a otros niños, a sus padres, mueven sus músculos y articulaciones. El juego es el mejor entretenimiento para la inteligencia, la capacitación de habilidades, las emociones y la actividad física. Más tarde, el juego permite socializar al niño, potenciando las relaciones con otros niños y con su entorno.
Psicomotricidad, imaginación e inteligencia
Cuando juegan, los niños ejercitan su cuerpo en crecimiento, aprenden a controlar y coordinar sus músculos, las articulaciones, los movimientos, pero además, estimula la inteligencia y las emociones. Por eso, el juego tiene que ser siempre entretenido, divertido, para que sea voluntariamente aceptado.
Con el juego los niños adquieren experiencia al conocerse a si mismos y al mundo que les rodea, aprenden a ser imaginativos, a dramatizar, simulando ser otras personas, niños, adultos o animales, aprenden a compartir, tolerar frustraciones, y a representar escenarios y situaciones reales o irreales que les permitirán acercarse al mundo de los adultos.
El juego es imprescindible en todas las etapas de la infancia, lógicamente cambian el tipo de juego y su significado. Existen casi infinitas formas de jugar, solo limitadas por el espacio que tienen para desarrollar sus juegos, los recursos que les proporcionan los adultos y por su propia imaginación. Por ello los adultos deberían facilitar los medios para jugar, los materiales y el espacio necesario para ello.
Compañeros de juegos
Los padres son los primeros compañeros de juego de sus hijos, con ellos aprenderán a imitar sonidos a coger los juguetes que se le ponen en las manos, a tirarlos y deleitarse con el ruido que provocan al caer, más tarde a esconder y encontrar cosas. Poco a poco tu hijo aprenderá a jugar solo durante cortos periodos de tiempo, cada vez podrá entretenerse más tiempo solo, siempre que tenga objetos con los que jugar y espacios para ver; cuando puede desplazarse gateando aprenderá a coger las cosas que le rodean con las que puede desarrollar su imaginación.
En la edad preescolar aprenderá a jugar con otros niños. El juego le permitirá ser cada vez más independiente, que es el objetivo final de la educación, lograr que tu hijo sea un adulto independiente, equilibrado y bien relacionado con su medio, metas imposibles de conseguir sin el juego.
¡Juega con tus hijos!
Los padres, muchas veces influenciados por la industria del juguete, proporcionan a sus hijos solo “juguetes educativos”, limitando el juego que permite aprender sobre el mundo real, sobre si mismo y sobre su entorno, y esto es tanto o más educativo. Es muy útil y agradable para tu hijo, también para ti, que juguéis juntos, revolcándoos por el suelo, modelando plastilina, cantando, bailando o jugando al baloncesto. Esto no solo mejorará vuestra unión, también hace que tu hijo se sienta mucho más feliz, a la vez que tu puedes recuperar la alegría del recuerdo de tus juegos infantiles.
Algunos padres, quizás tú, por motivos, generalmente de trabajo, no tienen tiempo de jugar con sus hijos. ¡No saben lo que se pierden! Aunque descubran años después su error, ya nunca podrán recuperar las sonrisas, las alegrías, las emociones y el progreso de su hijo. Aunque sólo sea media hora al día, dedica tiempo a jugar con tu hijo. No para ver la televisión, tampoco para ver como juegan otros niños, muñecos o dibujos animados, sino para que te liberes de todas tus cargas y obligaciones y juegues al escondite, a los indios, o a imitar a quien tu hijo quiera. Y los fines de semana dedícale más tiempo, os lo merecéis.
Dr. Juan Casado Flores. Jefe del Servicio de Cuidados Intensivos Pediátricos del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid. Profesor de Pediatría en la Universidad Autónoma de Madrid. Presidente del Comité Científico de la Fundación Irene Megías contra la Meningitis.
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