Hay que permitir y alentar que el niño sea quien quiera ser y animarle a expresar aquello que necesita o desea comunicar y compartir con los otros, y no aquello que esperamos o queremos los demás observar o escuchar de él.

Con los materiales no estructurados (materiales naturales y vigilados por los adultos para que no representen un peligro), el niño realiza sus propios diseños, elabora su juego, expresa sus necesidades, investiga nuevas posibilidades, descubre las limitaciones del día a día y, a la vez sus capacidades y su creatividad.

A través del juego puede y debe utilizar el niño cualquier material para encontrarle por él mismo, funciones diferentes, inesperadas o, simplemente distintas al uso que la mayoría les damos.

Nos han transmitido que los objetos deben ser usados como los conocemos de forma habitual, pero tienen muchas posibilidades y es a partir del juego libre cuando el niño, a la par que se desarrolla de manera global (intelectual, motora, social y emocionalmente) va construyendo su propia identidad, nos muestra quien es, lo que le interesa, donde puede precisar apoyo y que habilidades posee.

La mayoría de los adultos, llevamos ya muchos años, utilizando materiales estructurados, y con el concepto de uso correcto e incorrecto tan integrado, que normalmente, usamos cada material para su fin implícito, determinado, pocas veces nos permitimos ya dejar volar la imaginación y dar vueltas a un objeto hasta sorprendernos a nosotros mismos con las tantas y tantas posibilidades que pueden esconder los materiales estructurados, parece que sólo les vemos un fin, el mismo que todos y nos limitamos a evaluar el uso adecuado o incorrecto del mismo.

Para el niño el mundo todavía está lleno de posibilidades diferentes, infinitas, el mundo está lleno de colores y todos son igual de válidos, todos les aportan algo valioso en la vida, no importa la estética, ni si el resultado final es el que otra persona esperaba, les interesa el proceso, todo lo que descubren explorando posibilidades, colocar y descolocar, dar vueltas, mirar y tocar de diversas maneras, expresar aquello que les embulle por dentro… y al terminar, tomar algo de distancia, mirar su obra y permitir a sus emociones asomar a través del gesto.

Es el juego en sí mismo, el tiempo de exploración, el motor en sus vidas, la motivación.

                    Laura Pueyo Pardo