Lluna es la perrita de la cual tomó nombre y uno de los principios fundamentales la Asociación de “La mirada de Lluna”.

Nos encanta la esencia de cada cosa, de cada ser. Nos maravilla conocer la historia, conocer de dónde venimos, para crecer y caminar la vida acompañándonos los unos a los otros, con nuestras capacidades y nuestras dificultades, estando presentes, en la VIDA.

Muchos de vosotros nos habéis preguntado por el nombre de la Asociación en algún momento, pues bien, hoy, os presentamos a Lluna, perrita que quedó sin madre al nacer y a la cuál decidí acoger en casa cuando tan solo tenía 10 días (con el tiempo supe que nos adoptábamos mutuamente no es uno el que acoge ni adopta es recíproco).

Lluna me acompañaba cada tarde al centro de Ocio y Tiempo libre para personas con discapacidad al que iba como voluntaria al acabar mi jornada laboral.

Lluna se mostraba siempre a la ESCUCHA de la necesidad de cada uno de los niños y adultos que acudían al centro, se aproximaba a aquel que creía que se podía caer, al que más triste encontraba, al que le parecía que se desorientaba espacialmente, a quien podía tropezar o chocar…y utilizando su lenguaje expresivo particular, los guiaba a la silla más próxima y no paraba de ladrar hasta convencerlos para sentar. Allí permanecía, al lado, el tiempo necesario, se convertía en su sombra, repitiendo la misma acción cada vez que uno de ellos se levantaba sin rumbo o inseguro.

En las salidas, ella nos acompañaba en paralelo a la fila de chicos, recorría veloz la fila sin parar, adelante y atrás una y otra vez para que ninguno se desviará de rumbo, si alguno lo hacía, lo dirigía ladrando de vuelta con el grupo.

Cuando alguno de los niños más pequeños tenía deseo de jugar, ella se acercaba, se dejaba acariciar, rascar el lomo, les hacía cosquillas con sus dientes “mordisqueando” suavemente sus brazos, saltaba entre sus piernas, daba vueltas sobre sí misma…

Lluna siguió creciendo y su instinto continuó evolucionando, era capaz de detectar la dificultad o necesidad en cualquier persona, más allá de lo que los ojos profesionales alcanzaban a observar. Pasando por la calle, por un parque, en la terraza de un bar, en la playa, en una comida familiar o en una cena de amigos, ella siempre se sentaba junto a la persona que sentía triste, enferma o con alguna dificultad, bien fuera motora, intelectual o emocional.

Por supuesto a mí también me cuidaba, si alguna vez me encontró baja de ánimos o enferma, no se separaba de mi lado hasta asegurarse de mi recuperación, y eso sí, a los 2 ó 3 días veía como era ella la que disminuía su energía y estaba un par de días durmiendo más, comiendo menos o con ruidos de estómago y movimientos lentos por los nervios acumulados. Pronto se recargaba y se mostraba de nuevo disponible para lo que parecía haber elegido como su misión en esta VIDA: el acompañamiento a las personas con dificultades desde la detección precoz y meticulosa de las mismas, la atención oportuna e individualizada ajustada a cada persona y en general, el cuidado de los otros.

Pero claro, a veces, nuestra historia, nuestro origen y las experiencias de vida en el camino, nos pueden hacer bajar el ritmo y pasar a necesitar cuidados y descanso. Lluna perdió visión de un ojo a sus 8 años, tuvo una catarata precoz, pero nunca perdió  la alegría, su lado más jovial ni su capacidad de escucha de las necesidades de los otros.

Con 15 años, y prácticamente ciega, buscó  más la calma y espacios tranquilos tanto en casa como en el entorno, espacios familiares y demandaba tiempos de cariño y de mimos, disfrutaba recibiendo caricias, dando pequeños paseos en la naturaleza (si la transportan en mochila mejor), y se adaptó  perfectamente a su discapacidad visual, manteniendo su sensibilidad y su fidelidad a su familia de humanos.

A sus 18 años, se despidió de nosotros, pero nos dejó tanto que cada día sigue presente en nuestras vidas.

De ahí el nombre de la Asociación, pues queríamos crear un espacio donde dar valor a la prevención y al acompañamiento familiar ante la dificultad que pueda aparecer en la historia junto a sus hijos/as. Por ello, consideramos fundamental detectar meticulosamente las necesidades en el desarrollo global de la persona, para desde nuestra especialización profesional y nuestra esencia personal y humana, acompañar desde la ESCUCHA a cada familia, única, hacia la evolución, hacia su movimiento fluido de VIDA.

Como dice Antoine de Saint-Exupéry en “El Principito”: “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”

Laura Pueyo Pardo