Si entendemos que la Psicomotricidad es una práctica corporal que nos descubre, nos invita al movimiento, nos ayuda a conectar con nuestros deseos y emociones, nos facilita el proceso para conocer y reconocer nuestras capacidades y limitaciones, nos favorece a la hora de expresarnos y comunicar y, en definitiva, mediante la psicomotricidad vivenciada y relacional, logramos desarrollarnos como personas, evolucionar, transformar y adquirir autonomía e identidad para vivir el día a día.

¿Por qué pensar únicamente en una sala de psicomotricidad?, ¿o incluso en una sala de psicomotricidad ideal? Porque no poner en marcha la metodología de la psicomotricidad en cualquier momento y lugar de la vida del niño/a.
Si valoramos la Psicomotricidad vivenciada y relacional como un cambio de mirada hacia las personas, como otra manera de ESTAR, escuchar y acompañar a la infancia, no necesitamos ni la sala ideal, ni los materiales perfectos ni “recetas” de intervención, sino, exploración, auto-observación, reflexión, información, interiorización, transformación y disponibilidad.

La mirada de respeto a la persona que la Psicomotricidad nos aporta, nos permite la implementación de su práctica sin pensarla, sin control, de forma espontánea, pues antes, ha sido sentida, vivida e integrada para poder llevarla en nuestra “mochila” en cualquier tiempo y espacio.

La Psicomotricidad antes de ser “aplicada”, ha de ser sentida en nuestro corazón, pasada por la cabeza, y…compartida a través de nuestra voz, mirada, palabra, nuestras manos, etc, dando valor y reconocimiento a cada persona desde el dar y el recibir, sin exigencias, sin juicios, sin esperar nada a cambio, desde donde cada uno SOMOS y nos APORTAMOS como parte de un TODO social.

Laura Pueyo Pardo
MIRADETA. www.lamiradadelluna.org
Terapeuta ocupacional, psicomotricista y educadora infantil.