Día para dar tiempo a nuestra historia, tomar conciencia de dónde venimos, para agradecer, recordar, amar…que el paso de los meses no borre ningún recuerdo, nos ayude a transformar, a evolucionar, aceptar, valorar pero nunca a rechazar, negar o borrar partes de la existencia, partes de la HISTORIA.
Agradecer también el cambio de luz, la invitación al calor del fuego, de los candelabros, de las chimeneas, la invitación al encuentro con nosotros mismos, con la familia, la actividad más íntima, el tiempo parece pasar con más calma, con el otoño, con la llegada del naranja, el amarillo y el marrón, las setas asomando tras la lluvia nos recuerdan con su forma al paraguas que nos facilita continuar con el día a día al otro lado de las paredes de casa.
Seguir manteniendo viva la luz en la oscuridad del día, cultivando AMOR de día y de noche, en la luz y la oscuridad, bajo luces y sombras, en la vida y en la muerte.
Una foto, una pertenencia, un álbum familiar, una antiguedad, un pensamiento, una caja de recuerdos…darán lugar a una conexión momentánea entre almas que habitan diferentes espacios en un mismo instante, sin ataduras, sin apegos ni dependencias, una visita fugaz, en libertad…un encuentro amoroso que recarga la energía de cada uno para seguir con su misión, con su transformación, con su camino…unidos, para siempre, sin ataduras, bajo el AMOR Incondicional.
Porque el día de «todos los santos», «de los muertos», «de las almetas», «de Halloween»…no es el día del miedo, los sustos ni el atracón de dulces, porque la muerte no es terror…no fomentemos la confusión en los niños.
Con respeto a cada cultura y tradición, a cada celebración pero confiando en que tomemos conciencia de la importancia y las consecuencias de representar a la infancia la muerte desde la construcción de escenas terroríficas.
Laura Pueyo Pardo
Terapeuta ocupacional pediátrica, psicomotricista y educadora infantil